Voz encantadora

El chico me dirigió casi a rastras hacia su dormitorio. Me asusté bastante, pensé incluso que querría hacer... algo... raro... Me sorprendí a mi misma decepcionándome al ver lo que realmente pretendía. Abrió una puerta que no había visto al entrar a la habitación y me invitó.. bueno, me obligó a entrar. Ahora sí que estaba asustada.

Habían unas escaleras que bajaban hacia otro cuarto. Al llegar vi muchas cosas extrañas. Tan extrañas como ojos en un líquido dentro de un bote que me seguían con la mirada, bocas que me sonreían... Era algo así como un laboratorio. Mi miedo iba en aumento, pero mi curiosidad era aún mayor. A un lado del cuarto había una cama, bastante cutre, pero útil.

- ¿Cómo te llamas? - Preguntó, sacándome entonces de mis pensamientos.
- Leniath.. ¿y tú? - Pregunté risueña clavando mi mirada en la suya.
- Luke - Sacó un reloj de su bolsillo y miró la hora. Suspiró -. Es tarde, acuéstate, pero mañana te irás.

Asentí tímidamente y empecé a quitarme la ropa para acostarme. Resopló, se quitó la camisa y me la dio. Se giró para no verme.

- Ponte eso, no tengo ningún interés en verte desnuda.
- ¿Eres.. ya sabes.. de esos? - Dije colocando la mano de modo amanerado.
- ¿A qué te refieres?
- De esos a los que les gustan los hombres..
- ¡NO LO SOY! - Contestó bastante enfadado. Dejé escapar una leve risilla.
- Entonces.. eunuco.. - Murmuré abotonándome la camisa.
- Tampoco soy eunuco... - Suspiró y se sentó tras una mesa a seguir trabajando.

Me senté en el suelo, apoyada en la pared y colocada en un sitio estratégico para ver lo que hacía. Tras unos minutos, el primer bostezo; luego el segundo, el tercero... Pasaban las horas y empezaba a quedarme dormida. Sentí cómo alguien me cogía en brazos y me llevaba a la cama. ¿Sería un sueño?

A la mañana siguiente me desperté agitada tras pasar una mala noche. Miré a todos lados y no vi a nadie. Me levanté adormilada dispuesta a volver a la casa por donde recordaba haber venido. Sin embargo, Luke no me lo permitió. Se interpuso en mi camino con una bandeja y el desayuno. Viéndole bien, estaba aún mejor sin camisa.

- Eso.. ¿es para mí? - Pregunté señalando la bandeja.
- Si. - Contestó secamente.

Alcé una ceja mirándole y me senté en la cama para comer. Y así lo hice, comí como una muerta de hambre. Él me lanzó una mirada asesina por lo que simplemente le sonreí y me encogí de hombros.

- Lle... llevo dos días sin comer... - Murmuré avergonzada

Dejó caer un vestido sobre la cama. Era de un precioso color verde, pero muy tapado para mi gusto. Tenía el cuello alto y manga larga y la falda llegaba a los tobillos. Pero aún así parecía de una calidad que yo no era capaz de calcular y era muy bonito. Miré a Luke extrañada.

- No quiero que te vean salir de la casa con tus ropas. Aséate y ponte ese vestido. Es de mi hermana así que creo que te servirá.

Sonreí comprendiendo a lo que se refería. En una casa lujosa no podían ver salir a una chica con pinta de prostituta. Suspiré y me puse de pie.

- ¿Por qué me tratas tan bien? Soy una ladrona.. - Pregunté con picardía.
- No te trato bien. Te trato como a una persona. Venga, tienes que irte.

Resoplé. Tal y como me dijo me aseé y me cambié de ropa. El vestido me quedaba de maravilla pero era como muy.. ¿tapado? Me miré repetidas veces en el espejo de su habitación. Con las manos hice varios intentos de peinados, pero definitivamente no había uno que no me hiciera parecer una monja. Así que me dejé caer los bucles rubios sobre mis hombros.

A los pocos minutos oí que tocaban a la puerta y me giré rápidamente asustada.

- ¿Se puede? - Preguntó tímidamente su voz al otro lado de la puerta.

Sonreí aliviada al ver que era Luke y no algún desconocido. Aunque él era un desconocido. Me dirigí a la puerta y salí sonriéndole. Me guió hasta la cocina, donde se encontraba la puerta trasera. Allí estaba también su hermana pequeña. Era rubia y muy guapa, con la cara bastante aniñada y dulce. También parecía ser muy tímida, pero era bastante amable.

- Buenos días. Yo soy María. Toma.. - La chica me extendió un hatillo con comida, esbozando una sonrisa cómplice. Supuse que su hermano la habría informado de todo.
- Es.. ¿para mí? - Pregunté tímidamente y sorprendida por la generosidad de aquellos individuos.
- Si. No es mucho pero es lo que podemos darte sin causarnos problemas - Respondió Luke.

Sonreí con tristeza y bajé mi mirada tímidamente, ocultando que unas lagrimillas luchaban por salir de mis ojos. Entonces se me ocurrió una idea que creía genial.

- Trabajaré duro, haré lo que haga falta.. - Dije enérgicamente mirándolos a ambos.
- ¿De qué hablas? ... ¿Aquí? No.
- Por favor, por favor, por favor~ - Junté mis manos a modo de súplica y le miré directamente a los ojos.
- Bueno, tal vez podríamos... - Empezó a decir la chica.
- No, María. No puede quedarse - Replicó Luke.

No me pregunteis cómo. Tras insistir mucho, conseguí quedarme hasta que los dueños de la casa volvieran. Luego tendría que irme. Pero algo, era algo. Supongo que tengo una voz encantadora...

Cuando fallan los planes..

Al fin pude ver como el chico se acercaba a una lujosa casa.. mansión casi diría yo. Los jardines invitaban a sonreir incluso en la nocturnidad que se nos aproximaba y el lujo salía por las ventanas. Sonreí abiertamente desde mi sigilo. Sigilo que una vez más trató de romper el niño. Por suerte esta vez pude esconderme.

El niño no paraba de pedirle que le dejara entrar, que hacía frío, que no quería volver... ¡Momento perfecto para colarme! Pude sentir una cuarta presencia, pero no le di importancia. Otra chica, posiblemente algo menor que yo, bajaba por unas lujosas escaleras de la casa. ¿Sería la señorita de la casa? Aprobechando el despiste del chico entré, colándome a su espalda y usando la oscuridad a mi favor.

- Pero, ¿por qué ella si y yo no? -Preguntaba una vez más el niño.
- Es mi hermana - Suspiró el chico de la chistera -. Maria, vuelve arriba, no pasa nada..
- No me refería a ella... - Murmuró entonces al niño, a lo que contesté con un gesto amenazante.

Finalmente, el chico consiguió despachar al niño. Cerró la puerta y se dedicó a yo que sé qué tareas del hogar, mientras yo aún me ocultaba. Desapareció por las mismas escaleras por las que había aparecido anteriormente su hermana. Seguía sintiendo otra presencia, pero ya ese tipo de cosas no me sorprendían.

Comencé a mirar por la casa, buscando objetos de valor. No había gran cosa. Sí, una casa muy lujosa pero nada a lo que pudiera sacar probecho rápido, es decir, joyas o dinero. Entonces vi un jarrón que parecía tener algo de oro. Claro que, una servidora, patosa que és, acabó tirándolo al suelo. Milagro que no se rompió, pero con el ruido que hizo supuse que me delataría. Volví a colocarlo con cuidado y con el pulso acelerado.

Intenté forzar puertas y cajones de muebles, pero todos estaban sellados, no se abrían de ninguna manera. Encontré lo que parecía una caja de galletas, que posiblemente ocultaba algo. Acabó también en el suelo con otro estrepitoso ruido.

- Voy a morir... - Murmuré casi canturreando.

Esta vez no me preocupé de recogerla, ¿para qué? Decidí probar suerte en el piso superior, tal vez ahí encontraría joyas o ropa de calidad. Al llegar arriba pude ver un largo pasillo con algun que otro mueble. Sin embargo, al igual que con los del piso inferior, no pude abrir ninguno. Solté un largo y desganado suspiro. Tampoco ninguna puerta se abría y yo seguía con la sensación de que había alguien más.

No se exactamente con qué, pero, debido a mi torpeza seguramente, tropecé y caí de bruces contra el suelo. ¡Lo que me faltaba! Sentí que alguien me tocaba.. más bien que me apartaba. Me asusté, levantándome de golpe y colocándome en posición defensiva. Pude ver como una puerta se abría como por arte de magia. Aún asustada decidí entrar por ella.

Parecía ser una biblioteca, bastante amplia. La luz de la luna entraba levemente por la ventana, creando un brillo azulado en los libros y mis ropas. Utilicé mi magia para camuflarme con el entorno y hacerme invisible a los ojos de cualquiera. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos las luces se encendieron y otra persona apareció de la nada cayendo al suelo. En este, un símbolo desconocido para mí se dibujaba, mi efecto desaparecía, y el chico que anteriormente había visto por la calle y había seguido, aparecía por la puerta...

Entonces sí que pensé que iba a morir. Esta vez pude fijarme mejor en el chico que habitaba la casa: llevaba el pelo suelto, más o menos a la altura de los hombros, liso y de un color castaño claro; Era alto y tenía unos ojos verdes que invitaban a mirarlos. Sin dudarlo, hubiera sido mi mejor trabajo.. al menos no le faltaba ningún miembro y, si hay que sincerarse, era realmente atractivo.

Resoplé con desgana, murmurando mil maldiciones. Nos miró a ambos con un cierto enfado, lo que me hizo bajar la cabeza. Al parecer, reconocía al otro chico, el cual llevaba un libro en la mano.

- Lezart, el bibliotecario... - Dijo adentrándose en la biblioteca - ¿Qué se supone que haces aquí y por qué tienes ese libro?
- Curiosear y.. lo cogía prestado - Contestó fingiendo serenidad.

Yo tan sólo observé la situación, algo temerosa por que me hiciera la pregunta a mi también. Sin embargo conseguí fingir tranquilidad. Intercambió alguna que otra palabra más con el supuesto bibliotecario, el cual aparentaba ser joven también y llevaba unas gafas. No pude fijarme más en su aspecto, ya que intenté escabullirme..

- Ni aunque quisieras podrías salir, las puertas están selladas - Afirmó nuestro "amable" huésped.

Temblorosa me giré lentamente y volví a mi puesto anterior. Dejó ir al bibliotecario, abriendo la ventana para que saliera, y clavó su mirada en mi. Se acercó con paso firme, lo cual me hizo sentir más miedo. Había tirado algunos libros del susto anteriormente, así que empecé a recogerlos, nerviosa.

- ¿Y qué haces tú aquí? - Preguntó finalmente -. ¿No te vi esta tarde en el parque?
- Ah vaya, te fijaste en mi... - Traté de evitar la pregunta, pero su mirada me lo dijo todo -. Pues.. estoy colocando libros.. - Obvié con una sonrisilla.
- Ajá.. ¿Qué haces aquí? - Volvió a preguntar con el ceño fruncido. Resoplé y tragué saliva, aunque el nudo que tenía en la garganta no la dejaba bajar.
- Te seguí para.. robar.
- ¿Qué eres?
- Soy.. maga...

He de reconocer que soy incapaz de mentir. A veces escapo con evasivas, palabras confusas o suposiciones, pero mentir.. no puedo. Y sabía que eso me buscaría la ruina algún día. Él suspiró. Por un segundo pensé que me pegaría o algo, así que cerré asustada los ojos. Tan sólo cogió mi mano y dibujó otro símbolo. Abrí los ojos lentamente y le miré. Después miré mi mano.

- ¿Qué... es eso? - Dije, más bien murmuré... casi sollocé.
- Es un sello para que no puedas usar tu magia aquí. Esta noche te quedarás aquí y vendrás conmigo para vigilarte. Pero mañana por la mañana te marcharás y no quiero volver a verte.
- P-pero..
- Sin peros - Concluyó seriamente.

Empezar de nuevo..


Sólo deseo que nunca se borre su recuerdo... cambió toda mi vida.


Diciembre. La Inglaterra del siglo XIX. La vida no era nada fácil entonces. No era nada fácil para mí. Me dedicaba a vestirme de prostituta y a robar para sobrevivir. Claro que nunca ningún hombre llego a posar sus asquerosas manos sobre mí. Y de haberlo hecho, ya estaría muerto.

Se acercaba la navidad. Las calles estaban llenas de gente adinerada que compraba sus regalos. Un buen momento para salir de las calles de Whitechapel y buscar fortuna en plena ciudad. Londres estaba preciosa con sus capas de nieve, los niños jugando, las parejas paseando... un asco. Odiaba ver a la gente feliz con sus familias. Puede que sea porque perdí a la mía...

22 de Diciembre, recuerdo perfectamente que era por la tarde, de hecho, empezaba a oscurecer. Fue entonces cuando observé a un chico perfectamente arreglado con una chistera. Pero se notaba que no era precisamente un ricachón.. tal vez un mayordomo o algo similar. Una sonrisa se apoderó de mi rostro, el cual tapé pasándome la capucha por encima de la cabeza. Entonces vestía con una capa de terciopelo negra por encima de mis ropas habituales. Este a su vez observaba a un niño que hacía malabares con unas monedas. Lo había visto alguna vez, pero no solía hacerle caso. Pude ver que le decía algo, pero no supe qué. El chico de la chistera echó a andar de nuevo y comencé a seguirle.

Supuse que se dirigía a la casa de sus señores. Me mantuve tras de él, evitando el disimulo, pero sin llamar la atención. Entonces el viento quiso jugarme una mala pasada y atrajo su chistera hacia mí, haciendo también que se descubriera mi cara. Se giró para recoger su pertenencia y yo me quedé paralizada, sin nada que hacer o decir...

- Disculpe..

Pude oír eso salir de sus labios, pero tardé bastante en reaccionar. Cuando lo hice, ya se había echado a andar de nuevo, con la chistera en su cabeza. Murmuré mil maldiciones por mi despiste. Volví a colocar mi capucha sobre mi cabeza y a seguirle. Algo bueno tenía que salir de esta persecución.

Erré en mi suposición, puesto que se paró en el parque, sentándose en un banco. Resoplé sonoramente, tendría que cambiar mi plan. Me coloqué el escote descubriéndolo de la capa y eché atrás la capucha, decidida a sentarme a su lado. Al fin y al cabo, era un hombre.

- ¿Le importa que me siente aquí? - Le pregunté, tarde, ya me había sentado.
- En absoluto.. - Contestó sin a penas prestarme atención.

Pude observar que tenía un pequeño bloc de notas y escribía algo, muy concentrado. Sin pensarlo dos veces se lo arranqué de las manos y lo miré.

- ¿Qué es esto? - Pregunté curiosa.
- Es mío - Habló seria y fríamente, recuperándolo y volviendo a su tarea.
- Ya, pero.. ¿qué es? - Repetí.

Supe que quiso contestarme de mala gana, pero entonces el destino tuvo que volver a fastidiar mi plan. A duras penas me había dado cuenta de que el niño, algo extraño y exibicionista, que había visto hacer malabares en medio de la calle nos había seguido. No me había importado lo más mínimo hasta ahora...

- Eso, eso, ¿qué es? - Preguntó el niño, entrometiendo su cabeza entre las nuestras por detrás del banco.
- Nada que os incumba... -Contestó sin apartar la mirada del bloc.

Resoplé de nuevo. Tras lanzar una mirada asesina al niño volví a mirar al chico con mi mejor sonrisa.

- Y dime.. ¿cómo te llamas? -Pregunté fingiendo interés en él.
- Yo Luirhel - Contestó entonces el niño. Eso me había hecho enfadar más. Lo agarré por el cuello de la camisa, trayéndole hacia mí lo suficiente para susurrarle y que no me oyera el otro chico.
- Niño, no me estropees la tarde..

Le solté, suponiendo que nos dejaría en paz. Pobre de mí, ilusa que soy. Dio la vuelta al banco quedando frente a nosotros.

- ¿Sois novios? - Preguntó sin reparo alguno.
- ¿Qué? ¡Qué cosas dices, niño! - Dije algo más enfadada -. Es trabajo, entiendes...

No pude acordarme de bajar la voz con eso último. El chico me había lanzado una mirada antes de levantarse y echar a andar de nuevo. Me llevé una mano a la cabeza y me levanté siguiéndole. Claro que el niño venía detrás mía. ¡Qué remedio!