Cuando fallan los planes..

Al fin pude ver como el chico se acercaba a una lujosa casa.. mansión casi diría yo. Los jardines invitaban a sonreir incluso en la nocturnidad que se nos aproximaba y el lujo salía por las ventanas. Sonreí abiertamente desde mi sigilo. Sigilo que una vez más trató de romper el niño. Por suerte esta vez pude esconderme.

El niño no paraba de pedirle que le dejara entrar, que hacía frío, que no quería volver... ¡Momento perfecto para colarme! Pude sentir una cuarta presencia, pero no le di importancia. Otra chica, posiblemente algo menor que yo, bajaba por unas lujosas escaleras de la casa. ¿Sería la señorita de la casa? Aprobechando el despiste del chico entré, colándome a su espalda y usando la oscuridad a mi favor.

- Pero, ¿por qué ella si y yo no? -Preguntaba una vez más el niño.
- Es mi hermana - Suspiró el chico de la chistera -. Maria, vuelve arriba, no pasa nada..
- No me refería a ella... - Murmuró entonces al niño, a lo que contesté con un gesto amenazante.

Finalmente, el chico consiguió despachar al niño. Cerró la puerta y se dedicó a yo que sé qué tareas del hogar, mientras yo aún me ocultaba. Desapareció por las mismas escaleras por las que había aparecido anteriormente su hermana. Seguía sintiendo otra presencia, pero ya ese tipo de cosas no me sorprendían.

Comencé a mirar por la casa, buscando objetos de valor. No había gran cosa. Sí, una casa muy lujosa pero nada a lo que pudiera sacar probecho rápido, es decir, joyas o dinero. Entonces vi un jarrón que parecía tener algo de oro. Claro que, una servidora, patosa que és, acabó tirándolo al suelo. Milagro que no se rompió, pero con el ruido que hizo supuse que me delataría. Volví a colocarlo con cuidado y con el pulso acelerado.

Intenté forzar puertas y cajones de muebles, pero todos estaban sellados, no se abrían de ninguna manera. Encontré lo que parecía una caja de galletas, que posiblemente ocultaba algo. Acabó también en el suelo con otro estrepitoso ruido.

- Voy a morir... - Murmuré casi canturreando.

Esta vez no me preocupé de recogerla, ¿para qué? Decidí probar suerte en el piso superior, tal vez ahí encontraría joyas o ropa de calidad. Al llegar arriba pude ver un largo pasillo con algun que otro mueble. Sin embargo, al igual que con los del piso inferior, no pude abrir ninguno. Solté un largo y desganado suspiro. Tampoco ninguna puerta se abría y yo seguía con la sensación de que había alguien más.

No se exactamente con qué, pero, debido a mi torpeza seguramente, tropecé y caí de bruces contra el suelo. ¡Lo que me faltaba! Sentí que alguien me tocaba.. más bien que me apartaba. Me asusté, levantándome de golpe y colocándome en posición defensiva. Pude ver como una puerta se abría como por arte de magia. Aún asustada decidí entrar por ella.

Parecía ser una biblioteca, bastante amplia. La luz de la luna entraba levemente por la ventana, creando un brillo azulado en los libros y mis ropas. Utilicé mi magia para camuflarme con el entorno y hacerme invisible a los ojos de cualquiera. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos las luces se encendieron y otra persona apareció de la nada cayendo al suelo. En este, un símbolo desconocido para mí se dibujaba, mi efecto desaparecía, y el chico que anteriormente había visto por la calle y había seguido, aparecía por la puerta...

Entonces sí que pensé que iba a morir. Esta vez pude fijarme mejor en el chico que habitaba la casa: llevaba el pelo suelto, más o menos a la altura de los hombros, liso y de un color castaño claro; Era alto y tenía unos ojos verdes que invitaban a mirarlos. Sin dudarlo, hubiera sido mi mejor trabajo.. al menos no le faltaba ningún miembro y, si hay que sincerarse, era realmente atractivo.

Resoplé con desgana, murmurando mil maldiciones. Nos miró a ambos con un cierto enfado, lo que me hizo bajar la cabeza. Al parecer, reconocía al otro chico, el cual llevaba un libro en la mano.

- Lezart, el bibliotecario... - Dijo adentrándose en la biblioteca - ¿Qué se supone que haces aquí y por qué tienes ese libro?
- Curiosear y.. lo cogía prestado - Contestó fingiendo serenidad.

Yo tan sólo observé la situación, algo temerosa por que me hiciera la pregunta a mi también. Sin embargo conseguí fingir tranquilidad. Intercambió alguna que otra palabra más con el supuesto bibliotecario, el cual aparentaba ser joven también y llevaba unas gafas. No pude fijarme más en su aspecto, ya que intenté escabullirme..

- Ni aunque quisieras podrías salir, las puertas están selladas - Afirmó nuestro "amable" huésped.

Temblorosa me giré lentamente y volví a mi puesto anterior. Dejó ir al bibliotecario, abriendo la ventana para que saliera, y clavó su mirada en mi. Se acercó con paso firme, lo cual me hizo sentir más miedo. Había tirado algunos libros del susto anteriormente, así que empecé a recogerlos, nerviosa.

- ¿Y qué haces tú aquí? - Preguntó finalmente -. ¿No te vi esta tarde en el parque?
- Ah vaya, te fijaste en mi... - Traté de evitar la pregunta, pero su mirada me lo dijo todo -. Pues.. estoy colocando libros.. - Obvié con una sonrisilla.
- Ajá.. ¿Qué haces aquí? - Volvió a preguntar con el ceño fruncido. Resoplé y tragué saliva, aunque el nudo que tenía en la garganta no la dejaba bajar.
- Te seguí para.. robar.
- ¿Qué eres?
- Soy.. maga...

He de reconocer que soy incapaz de mentir. A veces escapo con evasivas, palabras confusas o suposiciones, pero mentir.. no puedo. Y sabía que eso me buscaría la ruina algún día. Él suspiró. Por un segundo pensé que me pegaría o algo, así que cerré asustada los ojos. Tan sólo cogió mi mano y dibujó otro símbolo. Abrí los ojos lentamente y le miré. Después miré mi mano.

- ¿Qué... es eso? - Dije, más bien murmuré... casi sollocé.
- Es un sello para que no puedas usar tu magia aquí. Esta noche te quedarás aquí y vendrás conmigo para vigilarte. Pero mañana por la mañana te marcharás y no quiero volver a verte.
- P-pero..
- Sin peros - Concluyó seriamente.